7 de febrero de 2014

El jamón ibérico



Cada año, a la llegada del verano, nuestro padre compraba el marrano a un señor que iba a Valtiendas. Vestía con camisa ancha, negra y larga por fuera del pantalón, también iba provisto de una vara larga quizás para dirigir a la piara de marranos, todos negros. A mí el hombre me llamaba la atención porque iba vestido distinto a como vestían los hombres de nuestro pueblo.


Ya teníamos marrano morato, estaba en el corte anexo a la casa, dormía sobre paja mullida que cubría el suelo, gruñía, oceaba, comía. Por la mañana nuestra madre le preparaba la comida - en el duerno de madera - consistía en "salvao" y un poco de agua mezclado, también patatas pequeñas cocidas, hojas y troncos de berza que íbamos a coger al huerto, las mondarajas. Se aprovechaba todo, las gallinas picoteaban lo último. La palabra reciclar no la conocíamos por aquel entonces, pero se cumplía.

Cuando el marrano salía del corte para comer, husmeaba un rato por el corral. En verano los días de tormenta abría la puerta del corte o la rompía y salía en estampida, se iba a los huertos y allí teníamos que ir a recogerle, cosa que no era fácil. Para la matanza llegaba a pesar nueve o diez arrobas.

La matanza solía ser en enero y era una fiesta pero hoy os hablo de la Matanza Producto.
Nuestra madre y su hermana el primer día hacían el calducho y las morcillas, el segundo día la botagueña y el chorizo, se curaban en la cocina colgando de los machones. Para la Cuaresma ya estaban oreados y unas semanas después nuestra madre metía el chorizo en la olla de barro entre aceite, también la cinta. No puedo olvidar la careta, el morro, en adobo era un manjar, los chicharrones estaban buenísimos, la manteca, cuando la Abuela echaba aceite en la sartén para freír añadía manteca. El tocino era muy socorrido para "tomarpan" al salir de la escuela por la tarde, sobre todo los días de frío. 

El jamón era la pieza principal, aunque en casa se dejaba sólo uno, el otro se hacía chorizo. El jamón lo ponía vuestra Abuela entre sal, después untado con pimentón permanecía colgado entero hasta que el Abuelo lo encentaba cuando íbamos a arrancar yeros, sí, ese trabajo tan duro, tanto calor y de sol a sol.
Los mayores tenían tan aprendidas las tareas de la matanza que nunca se maladaba nada.

Todo esto lo he recordado cuando hemos ido a comprar un jamón y los había de doscientos de cuatrocientos y hasta de seiscientos euros, están de moda, han salido en la prensa y en el BOE.

Y me digo yo, aquel jamón que comíamos en verano después de todo su proceso, era jamón ibérico de Cebo porque se alimentaba a base de piensos en recinto cerrado. A excepción de alguna que otra escapada a los huertos.
 Escrito a bolígrafo en Palma a 5 de febrero de 2014.