La comida del buche era cebada mezclada con paja de cebada y de trigo, la de trigo es más dura, los granzones (granza grande formada por los nudos duros de la paja) no se los comía y se aprovechaban para encender la lumbre, aunque no todos, el resto se tiraba al suelo para que el burro durmiera mas mullido, y no en el suelo directamente.
En el pesebre también había siempre una bola de sal que el buche lamía para no pasar sed durante la noche, o al menos eso decían los mayores cuando preguntábamos. Había que llevarle a beber agua al pilón tres veces al día por la mañana al medio día y por la tarde al anochecer. También comía alcacel (dícese de la cebada antes de dorarse).
En primavera, cuando florecían las mielgas a las orillas de los caminos, también se decía revíllas, segábamos las mielgas con la hoz porque eran duras para arrancarlas o porque segadas volvían a crecer antes, la mielga era un bocado exquisito para las bestias, así como las espigas de la cebada que quedaban en el rastrojo después de segar.
Casi cada día había que bajar la paja del pajar, que estaba donde hoy llamamos la lagareta, hasta casa, siempre sorteando los cantos de la ladera para no caer rodando, el medio de transporte era un saco lleno de paja a la espalda, con lo cual, si hacía viento, con aquel volumen y la espalda tan pequeña la cosa se complicaba.
Hasta aquí parte de las obligaciones que adquirimos los mas pequeños con la llegada del Buche a casa. Al principio decía yo que era el primer burro que teníamos, pero creo que la abuela Marcela ya había tenido antes ganado porque si no, ¿qué hacía la cuadra dentro de la casa?.
Y además está el dicho que tantas veces hemos oído decir, ese de doña Martina cuando pedía el burro a su vecina la sra. Marcela .-para ir a Tejares a llevar a su hjjo al coche de línea,-y decía: "sra. Marcela, qué falta me hace un burro", y la sra. Marcela le decía: "sí, pero que lo cuide otra."
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