14 de marzo de 2009

El Buche. III Parte. "Tareas compartidas".


Cuando crecimos, el Buche y yo compartíamos las tareas, yo hacía de mochilera (chavales/as que llevábamos la comida a los mayores que segaban el trigo o la cebada desde el amanecer) y el Buche me llevaba en sus lomos hasta dos o tres kilómetro de distancia, con la comida y el agua, del vino se encargaba padre.
Había que procurar que la comida llegara caliente aunque fuera exigua.
Nuestro padre y nuestro hermano, éste muy joven (sólo tenía cuatro años más que yo) segaban provistos de hoz y zoqueta, también dediles de cuero para los dedos que no entraban en la zoqueta que se ponía en la mano izquierda, con los dedos meñique, anular y corazón dentro de la zoqueta de madera, tenemos una que la hemos heredado. Nosotros teníamos las tierras cerca, pero cuando segaban para los de Fuentesoto las tierras estaban lejos y los surcos eran larguísimos y como las tierras estaban bien abonadas pues el trigo estaba frondoso, no había calva ni espacio sin trigo.
En el camino de casa a la tierra raro era el día que el Buche no me tiraba al suelo, se asustaba cuando pasábamos por las bodegas y salía un gorrión, zás! susto y la Concha al suelo. También se negaba a pasar un arroyo estrecho que aún en verano llevaba agua, venía desde Torreadrada, desde que el agua llega a las casas se acabo la regadera del Recorvo y la del Caserío que daban vida al campo, si viene s cierto que no se aprovechaba el agua, bueno la que pasaba por el Caserío llenaba el Navajo, que era donde bebían los animales. Teniendo en cuenta que en el Caserío no había agua, lo del agua corriente llegó muchos años después.
Volviendo atrás digo que al llegar a la regadera me tenía que bajar para que diera el salto si no no había manera, si salía mal la alforja iba al suelo.
Cuando al buche se le dejaba suelto en el rastrojo para que comiese espigas se largaba y teníamos que manearle, esto es, atar las patas delanteras o atarle la pata con una soga que en el otro extremo tenía una estaca o palo con punta en un extremo, la estaca era de hierro y se clavaba en el suelo.
Lo que menos me gustaban era llevar al Buche a beber agua al Pilón, aunque lo llevase agarrado de la cadena, al llegar a la esquina de la casa del señor Florencio, dónde confluyen la calle de Real y la calle de la Iglesia, al lado de la plaza, había un badén, justo allí se me soltaba, se revolcaba y rebuznaba con unas ganas y una libertad que para nosotros quisiéramos muchos, se llenaba de polvo porque era tierra seca, armaba una polvareda el Buche!, bueno, en esos momentos era burro, cuando terminaba los revolcones y rebuznos se levantaba y yo volvía a cogerle de la cadena, entonces, yo le odiaba, me enrabietaba y pasaba una vergüenza extrema, sobre todo si era domingo y estaban los chicos de Fuentesoto en la plaza esperando a que saliera el baile, los del pueblo me conocían pero los de Fuentesoto...en fin, eran un poco guasones.