En nuestra infancia, Las Candelas, San Blas y
Santa Águeda, eran días muy señalados y festivos, según se acercaban las
vísperas había que irse preparando para no perdernos nada de las
fiestas, así que ni el frío ni la nieve ni los días cortos podían ser
motivos que nos impidieran salir a la calle a jugar, recorrer el pueblo y
participar en las actividades que los mayores nos permitían. Tampoco
importaba si el cuerpo iba o no bien abrigado, sabíamos que la ropa
interior era calentita y abrigaba, el vestido sencillo y el calzado
cerrado, de color marrón. No en vano había dos zapateros en Valtiendas.
Las Candelas era un día mágico, comenzaba la fiesta
con la Misa Mayor, después la Procesión alrededor de la plaza, los
Quintos sacaban al Niño de la Bola en las andas, el Tío Primo y su hijo
Jesús tocaban la música y quizá el señor Sacristán tocara las campanas.
Después la corrida del gallo, era un espectáculo alegre y emocionante
del que mayores y niños disfrutábamos por igual.
Los recuerdos de mi infancia de estos días
los revivo cada año.
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