14 de noviembre de 2010

El Buche. IV parte.


Al fin nuestro padre, vuestro abuelo, compró otro burro, más grande y más feo que el Buche. Ya no había que pedir el burro a nadie. Ya teníamos la yunta.
El burro grande ocupó el otro pesebre, recordáis que os conté que en la cuadra había dos pesebres. Ni siquiera recuerdo que le pusiéramos nombre, era el burro de Sacramenia porque fue allí donde lo compró nuestro padre, era tan alto, tan viejo, ¡pobre burro!.

En este creo que nunca me subí, mi preferido era el Buche, unque me tirase al suelo más de una vez, era muy tozudo, creo que en lo de la tozudez nos parecíamos bastante.
Me hice mayor, casi dieciséis años, y me fui a Madrid, cuando volvía a Valtiendas enseguida iba a la cuadra a ver al Buche, para ver si tenía pienso y la bola de sal, que lamía cuando tenía sed.

El buche sobrevivió al burro de Sacramenia. Vivió casi toda su vida con sus amos, cambiaron de casa y de cuadra, a la que hicieron nuestros padres, pared con pared de la casa de la abuela Marcela, aunque el corral seguía siendo el mismo.

Los hijos nos fuimos yendo pero ellos permanecieron en Valtiendas. El Buche no acabó sus días en la cuadra como seguro hubiera deseado, cuando nuestro padre, vuestro abuelo, se jubiló vendió el Buche a unos gitanos que se habían instalado en Fuentesoto. No supe cómo fue su final , han pasado tantos años y aun me acuerdo de él.

En parte fue por mí que el abuelo se deshiciera del Buche, pues al jubilarse se vinieron a Palma para cuidar a Marcelita y después a Mónica. Cuándo nació Elena María, en abril de mil novecientos ochenta y uno, ya se habían ido a Valtiendas muy a pesar de nuestra madre y abuela. Venían de noviembre a marzo.

La abuela ya no volvió, el abuelo sí lo hizo años más tarde.
Como el abuelo decía que no venían porque eran mayores íbamos nosotros cada verano. Creo que disfrutábamos todos por igual.

Escrito con bolígrafo en Palma a veinte de enero de dos mil diez.

15 de marzo de 2010

en marzo...

El día quince de marzo, San Raimundo de Fitero Obispo, era el Cumpleaños de nuestro padre, el abuelo Raimundo. No recuerdo, cuándo eramos niños, si se deseaba un buen día y el Feliz Cumpleaños, o si se tiraba de las orejas, con un tirón por cada año cumplido.

Sí, claro que sí, según voy escribiendo me acuerdo, con doña Gregoria, la maestra, aprendimos a hacer Felicitaciones, como las de ahora, consistía en arrancar una hoja del cuaderno, esta la cortabas por la mitad y se doblaba, por fuera dibujabas un flor, un pájaro, algo bonito y se pintaba de colorines, por dentro escribías cosas como estas:

Esta mañana temprano
cantaban las golondrinas
y en su cántico decían
que pases un buen día.


o esta otra...


Si tuviera mil pesetas
contigo las partiría
pero como no las tengo
te felicito los días.


Mi recuerdo no alcanza a si se lo deseabamos a los padres o solo era cosa de pequeños.

Si era para los padres, teníamos mucho trabajo en estos días, porque el día diecinueve, San José, era el Santo y el Cumpleaños de nuestra madre, la abuela Josefa. A ella era más fácil llegar a darle un beso o un tirón de orejas por cada año que tenía.
Era infinitamente feliz cuando más tarde en el tiempo , podía invitar a tomar chocolate a sus vecinas e hijos, que siempre había alguno para ayudarla a hacer el chocolate. Ella nos dejó el legado de hacer chocolate cuando algún familiar cumple años.


Concha


Dado en Palma, a 15 de marzo de 2010.

2 de febrero de 2010

En San Blas...


Un día frío, aunque no lo han anunciado en ningún informativo de la televisión ni en el parte de radio Nacional, porque no se habían inventado.

Según iba entrando la mañana los chiquillos de la cuesta salíamos de casa a la llamada de la señora Justa.

Nos decía: "Mirad, la cigüeña ya ha vuelto a la torre de la Iglesia, a su nido. "

Eran unos momentos de emoción incontrolada, ¡qué bien se la veía desde la cuesta!.
Tener de nuevo a la cigüeña entre nosotros, viéndola ir y venir del nido al prado, o a donde quisiera, que para eso era libre y tenía alas para volar, que no es poca cosa.

Se había marchado un día, sin hacer ruido, volaba a otras tierras más cálidas.
También, cuando hacía ese ruido tan peculiar, cuando crotoraba, decíamos "la cigüeña esta machacando el ajo".

Si volvía ahora a la torre, a su nido, era porque ya íbamos dejando atrás el frío, los días cortos y la nieve. Si la cigüeña no llegaba era porque aún haría más frío y habría días de nieve.

De ahí el refrán:

Para San Blas la cigüeña verás
si no la vieres, año de nieves.