Llevo tiempo queriendo recordar cómo eran los días previos al día de
Reyes cuándo era niña y no hay manera, claro que de aquello hace sesenta
años.
Me pregunto si escribiríamos la carta a los Reyes Magos en la
escuela, que debía ser el sitio más adecuado, si sería doña Gregoria
quien nos redactaba la carta, pero cómo iba a adivinar ella lo que yo
quería que me trajesen los Reyes, si no lo sabría ni yo.
A ver qué
juguete les pedía si no conocía ninguno que costase dinero, si acaso una
muñeca de trapo como la que tenía mi amiga María Jesús. Y dónde se
echaba la carta, si el buzón de correos estaba en la pared del
Ayuntamiento y no llegaba a la ranura, además, qué dirección tenían los Reyes y cómo iban a saber llegar a Valtiendas y subir la cuesta hasta
nuestra casa.
Aunque esto lo digo por decir algo porque ya he dicho que
no me acuerdo .
Que existían los Reyes Magos y sus Pajes sí que los sabía porque
doña Ina ponía un belén en su casa y los niños íbamos a verlo. El Belén
era precioso y además del Niño, María, San José, la mula, el buey, los
pastores y demás figuras, estaban los Reyes Melchor, Gaspar y Baltasar y
sus Pajes que venían de Oriente.
Lo que sí tengo presente es que el
día de Reyes, en cuanto nos levantábamos los tíos y yo, íbamos corriendo a
mirar a la ventana de la habitación de abajo a ver si los Reyes nos
habían dejado algo y oh sorpresa! habían dejado a cada uno una caja de
cartón, redonda,muy bonita con una anguila de mazapán dentro.
Aquel
momento era emocionante, sentía una alegría grande, no se cuántos años
siguieron dejando los Reyes la caja con la anguila de mazapán en la
ventana. Esos momentos sí que los rememoro cada año la mañana del seis
de enero, este año lo he revivido, no es igual, ni el lugar es el mismo,
ni la infancia ni aquellos Reyes tan abnegados y cercanos, pero lo han
intentado.
Paseando por Madrid ví en un comercio cajas de mazapán y se
la pedí a los Reyes, sorpresa! me la echaron, me hizo mucha ilusión
sosegada. La caja es bonita, de metal, redonda y con la anguila de
mazapán dentro, con muchos muchos confites. La anguila de mi infancia
era más sobria.
El día siete de enero empecé a escribir este recuerdo y presente, por si merece la pena.
En Palma a veintitrés de enero de dos mil trece.
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