Entre las múltiples tareas de
la vendimia estaba la de escoger los mejores racimos, los más sanos de
tamaño mediano, de la clase blanca gallega, albilla o negra aragonesa.
Por lo tanto esta labor le tocaba al más experto, se transportaban en las
aguaderas para que no se lagareasen. Las aguaderas las subían a lomos
del burro o de la burra según lo que tuviera cada cual.
En
los machones del techo del sobrao o en otra estancia de la casa ya
estaban puestos los atillos sujetos con puntas clavadas en la madera de
la viga, de un extremo a otro. Así pues los racimos de dos en
dos unidos por hilo de bramante o de algodón se colgaban de los atillos. Se
conservaban durante bastante tiempo y era el postre diario en cada casa.
La comida se hacía en el majuelo al agrego de una pared, en un chozo o
en una caseta que estaban diseminados entre las viñas. Aún se conserva alguna
en buen estado, como el chozo del quejigar. También existía la figura
del viñadero o guarda, persona encargada de vigilar que no entrase en
las viñas gente ajena a coger uvas antes de vendimiar. La vuelta a casa muchas veces se hacía "en el coche de San Fernando un rato a pie y otro andando" era el dicho.
Al final del día los hombres tenían que subir al lagar a pisar la uva.
Iban vendimiadores de los pueblos cercanos de Segovia, los del norte, ya
de Burgos, tenían sus propios viñedos.
Después de cenar había
baile, el Tío Primo y su hijo Jesús, que en paz descansen, tocaban en la
plaza que se llenaba de juventud, aunque hiciese frío la velada
continuaba. Los mozos daban lagarejos a las mozas. Recuerda Catalina, una
mallorquina de padre valtiendano, que de joven fue con sus padres y
hermanas a la vendimia y a las tres les dieron lagarejos, de esto hace
setenta años, mientras me habla de ello sonrie.
Los
guijarros de mil formas y tamaños, originales, lisos, sin recovecos y muy
abundantes forman parte del paisaje. Su tono marrón rojizo del mismo
color de la tierra y el verde de las cepas, son una
combinación perfecta, igual ocurre cuando las cepas están recién podadas.
La tierra, los guijarros y las cepas son un conjunto y de esa unión
sale el buen paladar del vino desde siempre en Valtiendas.
Hoy nos dice el taco. "No puedo concebir mayor tormento que estar solo en el paraíso"; Johan Wolfgang Goethe.
Palma a 23 de diciembre de 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario