8 de noviembre de 2014

Tiempo de Yeros

Sin apenas tiempo para recuperarse el cuerpo por la recogida de las algarrobas, para San Juan nos hallabamos en pleno apogeo arrancando yeros. Decir que se trabajaba de sol a sol no se ajustaría a la realidad, aun con las estrellas brillando en el firmamento antes del amanecer ya estaba la cuadrilla en el yeral. 
Uno desuncía la yunta de machos o burros, otro les ponía la estaca o los maneaba, con el fín de que permanecieran cerca, en un barbecho o junto al camino, que siempre había una porción de tierra a ambas orillas con hierba fresca. 
Tambien la tarea de poner la bebida y el almuerzo a la sombra del carro para que se mantuviera fresco y al resguardo del sol el mayor tiempo posible.
A falta de la sombra que proporcionaba el carro, se arrancaban las primeras matas de yeros con el rocío de la noche para hacer el primer montón y debajo meter la botija del agua y el barril del vino, al mismo tiempo era el ropero y punto de referencia.
La vestimenta de los hombres, en este caso de nuestro padre, vuestro abuelo, no se diferenciaba de la habitual, los pies bien envueltos en los peales y las abarcas quedaban protegidos todo el día de cualquier contingencia, pantalón de pana y camisa de rayas. Lo único que cambiaba la boina por el sombrero de  paja- llamabamos a los peales piales y albarcas a las abarcas.
Familia trillando en Tobia la parva de yeros
Madres, mozas y jóvenes nos poníamos pañuelo blanco o negro las que estaban de luto, el pañuelo cogido con un nudo por delante dejando una punta mas larga para cubrir la cara por debajo de la naríz o por encima dejando solo los ojos al descubierto.Esto lo hacían las mozas y las chicas que queríamos estar blancas para la fiesta- pero suponía un tormento y solo se aguantaba las horas de más solazo, el sombrero de paja de mujer no podía faltar.
Manguitos, medias o calcetines largos, calzado cerrado, delantal de pana y guantes de lona.
Voy a intentar reproducir la postura corporal que se adoptaba para poder arrancar yeros y algarrobas sin desfallercer -la señora maestra podía haber enseñado a dos generaciones de chicas a realizar la tarea más facilmente, quiza con gimnasia, pero quién lo iba a pensar. 
Agacharse con la espalda recta paralela al surco, avanzando hacia adelante, los pies y las piernas firmes para soportar el peso del cuerpo, las rodillas flexionadas pienso que no irían rígidas, los brazos extendidos cerca del suelo, las manos bien protegidas con los guantes porque entre los yeros y las algarrobas había uñagatas, cardos y las propias matas de las leguminosas, que alzaban del suelo de veinte a venticinco centímetros.
Se depositaban entre el abdomen y el pecho, cuando se llegaba a la altura del montón que el primero iba creando se echaba y así surco trás surco. Entre montón y montón a derecha e izquierda quedaba espacio libre -calle- para que al acarrear pudiera pasar el carro. Cuando empezaba a clarear el día ya se había echado una mano, ida y vuelta, asi hasta que se ponía el sol o se terminaba el yeral. Al primer surco ya dolían los riñones. Ahora descansamos.

Hoy 26 de octubre de 2014 leo en el Taco: "Todo hábito hace nuestra mano mas ingeniosa y nuestro ingenio mas torpe.".

Concha

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