6 de diciembre de 2015

LA VENDIMIA EN VALTIENDAS EN EL PASADO

Mi recuerdo de la vendimia en Valtiendas cuando era adolescente, quiero relatarlo por si os interesa a los jóvenes que no lo habeís vivido y también a quien esté interesado.
 
Las vísperas de la vendimia, los adultos padres o criados en algunos casos, hacían charcas en el arroyo para poner los cestos a remojar y así quitar el reseco de los mimbres. Los chiquillos teníamos unos días entretenimiento jugando a pasar de un cesto a otro a ser posible corriendo, si el cesto rodaba mejor! más de una vez caíamos al agua. También daban vacaciones en la escuela, pues todas las manos eran necesarias para la campaña de la vendimia.
 
El camino hasta el majuelo era largo, se hacía en el carro que iba lleno de cestos, dentro cabía una persona o dos adolescentes ¡claro el primer día! porque después los cestos se impregnaban de uvas aplastadas con su jugo pegajoso entre los mimbres y era incómodo. Un adulto desde el carro guiaba a la yunta de machos o burros que tiraban del carro.
 
Puesto el pie en el majuelo cada vendimiador con su garillo y el conacho se ponía en la primera cepa del líneo que tocaba. Los pequeños se llevaban un líneo y un conacho entre dos, cuando estaba lleno de racimos el adulto más próximo sacaba el conacho hasta donde se hallaban los cestos, que solía ser en los extremos del majuelo que lindaba con un camino, cañada o espacio libre sin labrar o rastrojo, para que pudiera pasar el carro.
 
Los cestos eran altos y se necesitaba fuerza para levantar el conacho. Cuando el cesto estaba lleno, lo abrazaban entre dos y lo bazuqueaban para que cupiese más uva. Subir los cestos al carro requería un gran esfuerzo físico por parte de los hombres. El que acarreaba el carro con los cestos iba y tornaba de la viña al lagar.
 
Si el tiempo era frío las manos se quedaban heladas y faltaba fuerza para cortar el racimo con el garillo. Si llovía se suspendía la tarea, en cuanto escampaba se retomaba, con la lluvia el agua se quedaba en las hojas y al ir a separarlas para ver el racimo salpicaban las gotas y te empapabas de arriba a abajo. Creo que la indumentaria no era la más adecuada para la tarea de vendimiar.
 
Si hacía calor, con el cuerpo que ya se había adaptado al tiempo de otoño, se podía correr el riesgo de coger galbana.
Por la mañana si se empezaba pronto a vendimiar era fácil que hubiera escarcha. He oído decir que algún año se vendimió con nieve, yo no lo recuerdo pero aquí queda. Como queda la primera parte porque continuará.
 
Hoy día tres de diciembre dice el taco: "Todas las batallas en la vida sirven para enseñarnos algo, inclusive aquellas que perdemos." Paulo Coelho.

Desde Palma, Concha.  

25 de junio de 2015

Tres jueves

Tres jueves  hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi  y el día de la Ascensión. Los tres días eran fiesta de guardar en todos los pueblos y ciudades de España.
En el año de 1977, la Santa Sede confirmó el traslado de la solemnidad de la Ascensión del Señor al domingo VII de Pascua, y en el año de 1990, la Conferencia Episcopal Española pasó a celebrar el Corpus al domingo siguiente al de la Santísima Trinidad. 

Voy a escribir de mis recuerdos de niña, los que aun mantengo en mi memoria, relacionados con la Ascensión y el Corpus. El día de la Ascensión, todos los niños y niñas entre los ocho y los nueve años de edad hacíamos la primera comunión. Para ello había que prepararse durante un tiempo, el señor cura daba la doctrina a los niños y niñas a los que ese año les tocaba hacer la comunión. La doctrina consistía en aprender: las oraciones, los mandamientos y los sacramentos. A tener buen comportamiento en la iglesia, a ser obedientes, practicar las buenas costumbres, una de ellas era la de besar la mano al señor cura - don Saturnino - cuando te topabas con él, en la plaza o donde fuere.

Muy importante era la preparación para el sacramento de la confesión, que era la víspera de la Ascensión. Para tomar la comunión había que estar en ayunas.
Al fin, el día de la Ascensión, las niñas con vestido largo y blanco como blancos los zapatos, calcetines y demás complementos. Los niños con camisa, pantalón corto y zapatos, todo nuevo, asistían a misa que era misa mayor. Se colocaban cerca del altar, sabiéndose protagonistas de la ceremonia. Yo recuerdo que al recibir la comunión de manos de don Saturnino, sentí una alegría inmensa. No en vano habíamos preparado ese momento durante tanto tiempo.

El día del Corpus comenzaba con la celebración de la Eucaristía, niños y niñas asistían vestidos de comunión. Ya mas relajados participaban en la misa que era cantada. Seguidamente salía la procesión, el señor cura portaba la Custodia con el Santísimo - bajo palio - los monaguillos con el incensario esparciendo el humo con olor a incienso. Las niñas arrojaban pétalos de rosa que portaban en su cestita, flores de múltiples colores y plantas olorosas, cantueso, cubrían el suelo de las calles cercanas a la iglesia y a la ermita por donde transcurría la procesión. Al pasar por las casas donde instalaban altar, el señor cura hacía una parada, rezaba, bendecía el altar y proseguía. Las madres adornaban ventanas y balcones con colchas y mantones al paso de la procesión. También se entonaban canciones propias de la celebración.  
El acompañamiento ahora podría decirse que era multitud.

En Palma a veintiuno de junio de 2015.

30 de enero de 2015

Cuando nevaba

Gracias Félix por la imagen.
Cuando nevaba estrenábamos pueblo blanco, era muy agradable despertar por la mañana y escuchar la voz de nuestro padre, vuestro abuelo, que nos decía, "seguid en la cama que ha nevado y no teneís escuela" a la vez que nos traía un cacho de pan para que nos lo comiéramos de desayuno pero enseguida las sábanas se llenaban de migas muy incómodas para continuar en la cama. 
 Además, queríamos ver el pueblo cubierto de nieve; los tejados blancos con las chimeneas echando humo, blanco el corral de la señora Justa, blanca la leña del bardal del señor Alfonso, el pajar del Sacristán tapado por la nieve como la ladera de las bodegas y la casa de Tío Revilla en mitad de la ladera con las mejores vistas parecía haber cambiado el color rosa por el blanco.
 La ladera del pico de la muela llena de nieve lo mismo que los almendros que la poblaban, esperando que llegara la primavera para florecer de nuevo. La nieve era y sigue siendo beneficiosa para el campo según oíamos decir a nuestros mayores. La carretera hasta la plaza todavía sin pisadas ni roderas, los tejados de la iglesia, la torre, el campanario, la veleta, cada alero, todo el conjunto resaltaba más que de ordinario. Así es como lo percibía yo, un acontecimiento espectacular por mor de la naturaleza.
Todo esto lo veíamos cruzando el corral nevado en el que ya nuestro padre había hecho una senda hasta salir a la calle. Para entonces ya estábamos todos los chiquillos de la cuesta observando el paisaje. Sabíamos que duraba poco tiempo y había que aprovecharlo, también jugábamos con la nieve, como no. 
Los hombres tenían el cometido, cada uno desde la puerta de su casa, de ir abriendo con una pala la senda hasta la puerta siguiente, así se hacía el corredor hasta unirse todas las sendas. Tenían que llegar; a la fuente del pilón para coger agua, a las tres tiendas de abasto, a las dos panaderías y a la plaza por si iba la señora Bea a vender pescado desde Aranda. A nosotros nos gustaba que nevara porque nuestro padre se quedaba en casa y hacía los recados, iba a por la hogaza de pan al cocedero de la Leo del señor Anselmo, ponía la lumbre y salía a la portada a por la leña. Por la tarde leía el Quijote o nos contaba cosas que le habían ocurrido al amor del brasero.
Hoy 27 de enero es un buen día para haceros llegar estos recuerdos, ademas el calendario dice algo que le viene al pelo. "Quien no se alimenta de sus sueños, envejece pronto" William Shakespeare.

Palma año 2015,
Concha